Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, Philip K. Dick
Habitualmente, cuando hablamos de un autor, establecemos líneas, semejanzas y reflejos. Estas construcciones mentales acaban por llevarnos a otros autores. Las temáticas, el estilo y las corrientes nos sirven para agrupar a los escritores. Para hablar de varios cuando pretendemos referirnos solo a uno. Con Philip K. Dick también pasa esto. Sucede, sin embargo, que su obra destaca por tanta personalidad que a la hora de establecer paralelismos no se me vienen a la cabeza otros autores con los que Dick comparte tiempo o miedos, sino que son las propias incertidumbres del autor las que configuran inevitablemente su temática y narrativa. Philip K. Dick representa como nadie los miedos del individuo post segunda guerra mundial. Ese mundo que en cierta medida, con sus evoluciones e involuciones, alcanza hasta nuestros días. Un mundo en el que no existe enemigo externo. A veces aparecen en los medios de comunicación Iranes, Coreas del norte o Rusias, pero en nuestro día a día no ensayamos la