Meridiano de sangre, Cormac McCarthy
Hace unos años leí La carretera. Soy de los pocos lectores que no ha debido quedar subyugado por sus maravillas. No me pareció mala lectura pero más allá de su ambiente no sabía qué disfrutar.
Por este motivo he tardado tanto tiempo en seguir los consejos de todos aquellos que me insistían en que siguiera leyendo a McCarthy. Tarde, pero agradezco haberlo hecho.
La primera victoria de la obra es el lenguaje. Su construcción narrativa es magnífica. El uso de las frases breves, simplemente magistral. Da igual lo que me cuenten. Si lo hace como lo hace de esta manera no tengo dudas de que me va a gustar.
Por este motivo he tardado tanto tiempo en seguir los consejos de todos aquellos que me insistían en que siguiera leyendo a McCarthy. Tarde, pero agradezco haberlo hecho.
La primera victoria de la obra es el lenguaje. Su construcción narrativa es magnífica. El uso de las frases breves, simplemente magistral. Da igual lo que me cuenten. Si lo hace como lo hace de esta manera no tengo dudas de que me va a gustar.
La segunda victoria es el ambiente. Como s
ucediera en La Carretera el ambiente llega a calar hasta a los huesos. Un grupo de hombres sin escrúpulos recorren los parajes del desierto mejicano aniquilando y dejándose aniquilar por los indios y los propios mejicanos. Comprendo las comparaciones que se establecen con El corazón de las tinieblas de Conrad. El descenso a lo más sórdido y vacío del ser humano, la figura del juez como un caudillo inteligente, despótico y desprovisto de alma.
Y en ese aspecto en el que radica la tercera victoria. Meridiano requiere lectores con estómago firme. Lectores capaces de ensuciarse de sangre y vísceras y no dejarse intimidar por toda la crueldad y bestialidad de unos pasajes que podrán colarse hasta sus pesadillas. Yo, lector de Donald Ray Pollock, he descubierto todo lo que este le debe a McCarthy.

Y en ese aspecto en el que radica la tercera victoria. Meridiano requiere lectores con estómago firme. Lectores capaces de ensuciarse de sangre y vísceras y no dejarse intimidar por toda la crueldad y bestialidad de unos pasajes que podrán colarse hasta sus pesadillas. Yo, lector de Donald Ray Pollock, he descubierto todo lo que este le debe a McCarthy.
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