Las Tempestálidas, Gospodinov
Hablar de Las Tempestálidas requiere desarrollar la trama, ese trampantojo que aparece en la sinopsis de su contraportada.
El cada vez mayor auge de enfermedades mentales como el Alzheimer tienen una consecuencia: la pérdida de la memoria a corto plazo. Como recurso para mitigar los efectos de esta enfermedad se crean los cronorrefugios, lugares en los que se recrea el pasado para que los desposeídos de la memoria reciente encuentren una zona de confort ante los avatares de la desmemoria. Sucede que el pasado puede convertirse en una droga de difícil control. No solo los enfermos deciden visitar los cronorrefugios, produciéndose un desarrollo narrativo que entronca con las distopías menos descabelladas; a fin de cuentas, quién de nosotros no habría deseado volver la vista atrás y que el pasado se materializara, nuestro propio pasado generado por nuestros nunca fiables recuerdos.
A grandes rasgos, esto serían Las Tempestálidas. No obstante, aun cuando pareciese que cuenta con un desarrollo normativamente acorde a los cánones de la narrativa, nada más lejos de la realidad. La existencia de los cronorrefugios solo son una excusa para un proyecto más profundo. Las Tempestálidas ejerce en todo momento de análisis poético y filosófico del pasado y la memoria. El resto es tan solo un necesario pero accesorio vehicular.
En cierto modo el pasado, la nostalgia que produce el tiempo que jamás volverá por mucho que nos engañemos y luchemos contra ello, es uno de los temas principales de la historia de la literatura y por tanto de la humanidad. El pasado no es coto exclusivo de los libros de Historia. En literatura aun lo que no ha sucedido forma parte del tiempo pretérito. ¿Tienen un libro cerca? Busquen una pagina al azar. Probablemente emplee verbos de un tiempo pretérito.
Por este motivo resulta tan fácil y al mismo tiempo tan complejo, hacer lo que solemos hacer por aquí: tan difícil establecer vínculos de Las Tempestálidas de otras obras. En cierto modo, sería como el libro de los libros. Se me ocurre. Soy osado. Voy a hablar de él.
Tenía el deseo de Las Tempestálidas. Había oído hablar bien de él, tanto que me había generado cierto respeto. Luego estaba la nacionalidad. A veces me da la sensación de que media literatura eslava se me pierde en las traducciones. Las tempestálidas se configuraban por tanto como uno de esos propósitos que no pasan del estado latente. Hasta que una usuaria de Twitter me escribió: “no se parecen, pero los cronorrefugios me recuerdan a las casas de la memoria de Insulina”. ¿Alguno de vosotros habría podido resistir a la tentación?
Seamos honestos. No tienen punto de comparación. Las Tempestálidas ha sido generada para persistir, para convertirse en una obra maestra que una generación idolatrará y la siguiente odiará. Insulina difícilmente encuentra un anaquel en una librería en la que exponerse, pero ambas tienen un mismo objeto: el pasado. Las Tempestálidas realiza un enfoque memorístico y poético, Insulina lo hace desde la nostalgia y su peligrosa adicción. A veces una se viste de la otra, como esos hermanos que se hacen pasar el uno por el otro, olvidando que siempre hay uno mejor que otro.
Podría estar hablando (o escribiendo) acerca de Las Tempestálidas hasta el fin de los tiempos. Hay tanto de lo que hablar, pero creo que aunque su desarrollo y desenlace no son lo verdaderamente relevante, es el lector el que debe cruzar esa frontera. Solo decir que como toda obra y por mucho que mis palabras lo mitifiquen, es un libro imperfecto. De las 4 partes en que se divide, la tercera es un peligroso valle narrativo para todo el que no lleve calzado búlgaro. Aun así, sigue siendo maravillosa; al menos, en mis recuerdos.
Blog interesante. Seguro que tendremos mucho para platicar. Saludos Pedro Padilla desde el norte de Sinaloa. Le cuento, amigo, en el lugar donde vivo la vegetación es chaparral, leñoza y espinosa. No se distingue por enormes árboles. Las tolvaneras son frecuentes. Le comento pues esa es la tierra donde leo libros. Saludos.
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