LA PUERTA DE AL LADO, MARTÍN LUNA
En los últimos tiempos somos testigos de un orgullo de la periferia. Las historias no solo tienen lugar en Madrid o Barcelona, en sus centros históricos. El mundo patas arriba. Estos lugares hoy son patrimonio casi exclusivo de Airbnb, Starbucks y franquicias dirigidas al turista. El centro neurálgico de las historias se traslada. Ciudades como Cádiz, Santa Cruz o Vigo. Sus barrios obreros son la última llama.
Pino Montano en Sevilla es un barrio reciente. Fruto del desarrollismo de los años 60. Un lugar con un profundo sentimiento identitario. El lugar en literatura nunca es casual. Este movimiento identitario lo podemos encontrar en obras como Illo de Adrián Daine, Panza de burro de Andrea Abreu o Mosturito de Daniel Ruiz.
La puerta de al lado contiene dos historias. Un huevo y una gallina. La relación amorosa (y de desamor) de la voz principal con María. Una visión retroactiva. La melancolía en el amor.
Martín Luna, además de editor, tiene el alma de poeta. Y bien que se nota. La aproximación que hace de la relación, la lírica que impregna la narración la convierte en una pequeña joya. El nivel literario es alto.
Una de las técnicas que Luna emplea en la narración es la tacha. Y lo hace de forma magistral. Los pensamientos subrepticios o lo políticamente incorrectos quedan a resguardo de una tacha pero a disposición del lector. Este recurso nos permite ahondar en las cavidades de la mente del narrador. Personalmente, cuanto más tachas encontraba en la página, mayor era mi disfrute.
Como ya hemos apuntado, además de la relación amorosa, La puerta de al lado se convierte en un artilugio identitario. El barrio como la última frontera del individuo social. Hay un paseo. Un recorrido de la voz narrativa desde el corazón del barrio hasta desembocar en Sevilla como un afluente de un río.
Si bien es cierto que para el forastero del territorio de Pino Montano sentirá un profundo desapego por sus calles, sus bares y sus gentes, no difieren de lo que cualquiera de nosotros tiene en sus pueblos o barrios. Martín Luna nos acompaña en este viaje urbano. Su mano es férrea. Promete no soltarnos. Hacernos sentir como uno más de entre los personajes que imprimen vida a sus calles.
El paseo como literatura. Ciudad abierta de Teju Cole o Paseos con mi madre de Javier Pérez Andújar comparten premisa inicial. El viaje no siempre es hacia adelante. Aunque los pasos nos lleven en esta dirección, el camino emprendido puede ser hacia el pasado, hacia vestigios heredados.
Como buen sevillano, además de su amor por María, queda patente la pasión desenfrenada del narrador por la cerveza Cruzcampo. Una oda en toda regla que contiene eco de otros amores desmedidos. Oda a las papas fritas, Pablo Neruda.
Y por si todo esto fuese poco, Martín Luna se guarda un as en la manga, capaz de revertir los cimientos mentales que todo lector construye en el proceso de lectura.
Nos vemos la semana que viene con otras historias.


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