Laetitia o el fin de los hombres se corresponde con
ese subgénero que en los últimos años ha adquirido un importante
músculo literario: el true crime. Laetitia Perrais era un joven de 18 años que
desapareció la noche del 18 de enero de 2011. Tras varios
días de intensa búsqueda su cadáver apareció desmembrado. A pesar de la
edad de la víctima y de la “transgresión” a su cuerpo, el caso de
Laetitia no es extraordinario. Jóvenes son víctimas de violencia con excesiva cotidianidad. ¿Qué
hace que el asesinato de Laetitia acabara desarrollado
en una novela? Tony Meilhon, el principal sospechoso y posteriormente
condenado por asesinato, se trataba de un preso reincidente, había sido
condenado con anterioridad por agredir sexualmente a su compañero de celda. Este hecho es
aprovechado por el presidente de la república
francesa de aquel entonces, Nicolas Sarkozy, a fin de atacar al poder
judicial. El mensaje que se lanza es cristalino: los jueces tienen su dosis de culpabilidad del asesinato de Laetitia. Han permitido que un preso reincidente anduviese libre por las calles. Esta injerencia del poder ejecutivo
en el judicial no es baladí. Sarkozy pretende la aprobación de una
serie de normas de corte restrictivo de los derechos de los reos. Genera
con su ataque el caldo de cultivo necesario adecuado para la aprobación
de sus normas.
Esta lucha oculta de poderes. Esta utilización de
la muerte de una joven, del sufrimiento de una familia y todo un pueblo
es el impulso que toma Ivan Jablonka para aplicar en el caso su
concepción literaria. En su libro La historia es una
literatura contemporánea Jablonka ofrece perspectivas sobre la
escritura de la historia y la relación de la literatura y las ciencias
sociales. Aplicando su propia concepción literaria pretende una
aproximación a un hecho histórico desde todas las perspectivas
a su alcance que le permiten las ciencias sociales. En el caso de
Laetitia Perrais encontrará la posibilidad de llevar a cabo la
plasmación práctica.
La lectura de Laetitia o el fin de los hombres
contiene perspectivas desde el feminismo, desde la historia, desde la
lucha de poderes ejecutivo y judicial, desde la adopción, el sexo, la
cárcel y las pesquisas policiales. Su acercamiento
jurídico es profundo. Sin embargo, al mismo tiempo se desvela
información tan detallada sobre Laetitia Perrais, su familia, su círculo
vital y su asesino que es difícil establecer una línea entre lo que
puede considerarse información necesaria para comprender
el caso y a su vez desarrollar el libro y el simple y arduo morbo.
Comentarios de redes sociales, cartas personales. Cualquier elemento que
pueda relacionarse con la trágica vida de Laetitia tiene cabida en la
obra. No hay filtros.
El true crime, tal como apuntábamos al inicio, es
un subgénero que se define por desarrollar mediante elementos de la
ficción narrativa hechos, crímenes, que pertenecen a la realidad. Una
obra sin la que sería imposible comprender este
subgénero o fenómeno es A sangre fría. Truman Capote intimó con los
asesinos de la familia Clutter, Richard Hickock y Perry Smith. Su
pretensión era desarrollar en la medida de lo posible los hechos que
desembocaron en los asesinatos de la familia Clutter,
en la posterior huida y en el proceso judicial. A pesar de la
consideración de que A sangre fría supone la irrupción del subgénero, 9
años antes de su publicación salió a la luz Operación Masacre, firmada
por Rodolfo Walsh, en la que se detallan los asesinatos
de prisioneros argentinos por la dictadura militar.
Un alumno aventajado en el sendero del true crime
es Emmanuel Carrere. En El adversario acomete el asesinato perpetrado
por Jean-Claude Romand a su propia familia y su posterior intento
frustrado de suicidio. Carrere acompaña a Romand durante
el proceso judicial.
Otras obras más recientes son La ciudad de los
vivos, de Nicola Lagoia, en la que el lugar de los hechos, Roma,
adquiere un protagonismo único en un crimen salpimentado por las drogas y
La llamada: un retrato de Leila Guerriero, centrado
en el crimen sufrido por Silvia Labayru
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