Caminos Nocturnos, Gaito Gazdánov

Gaito Gazdánov era un total desconocido en mi panteón literario antes de la lectura de Caminos Nocturnos. Me lancé en su lectura por la confianza que profeso a la editorial. A lo largo de estos últimos años Sajalin ha elaborado un catálogo en el que nos adentramos como lo haríamos en una piscina de la que ignoramos que está plagada de pirañas, sin importarnos las mordeduras que con toda certeza sufriremos. 

Empezamos por un tópico: la obra de Gazdánov está fuertemente vinculada a su experiencia personal. Tras su participación y derrota en la guerra civil rusa, donde militó en las filas del ejército blanco, Gazdánov se exilia en París. Como sucede con los grandes autores del realismo sucio clásico, Gazdánov modela con su experiencia su literatura. Construye un alter ego que, al igual que él, se gana la vida conduciendo un taxi por las calles parisienses. Pero a diferencia de Bukowski o Fante, su aproximación a los bajos fondos carece de sordidez. Este dato llamó poderosamente mi atención a las pocas páginas de Caminos Nocturnos. Sus personajes son prostitutas, alcohólicos y mendigos. Sin embargo, el tratamiento que Gazdánov hace de ellos guarda más relación con el de un entomólogo que observara un hormiguero, que con el método habitual que el arte se aproxima a los bajos fondos de una ciudad. Hay muerte. Hay dolor. Hay corrupción del ser humano. Los lectores habituales de Sajalin pueden estar tranquilos. Pero todos estos elementos se nos muestran, tal vez por su inevitabilidad, como la única salida posible, como la consecuencia exacta, sin caer en fatalismos ni ningún tipo de romanticismo.

Y es que una de las características que más nos llama la atención de la lectura de Gazdánov es su carácter. Probablemente sea, tal como afirma el prólogo que acompaña la edición de Sajalin, el más francés de los autores rusos. He encontrado ecos de Camus, de Celine, grandes dosis de existencialismo.

Como una suerte del personaje de Robert de Niro en Taxi Driver, el alter ego de Gazdánov se pasea en el taxi por una ciudad en proceso de descomposición. Nos muestra un París de principios de siglo con su malen´kiy Moskva. Una ciudad en la que rusos, arrastrados por el exilio, no han tenido otra alternativa que abandonar sus vidas en profesiones liberales o sus puestos en la baja nobleza para, a base de codazos, librarse su supervivencia en los bajos fondos parisinos; convirtiéndose el alcohol en la definitiva y fatalista solución a la mayor de sus problemas.

La estructura de la obra está articulada a través de los encuentros con los diferentes personajes con los que se encuentra el alter ego del autor. De todos ellos, los más destacables son Suzanne, Raldy y Alice. Las partes en las que la voz de narrador de Gazdánov cobra un segundo plano y son las vidas de estas prostitutas las que asumen todo el protagonismo, son a mi criterio las de mayor brillo de la obra. Sus vidas tienen una importante evolución desde que se produce su aparición. Por el contrario, y quizá este sea el elemento más reprochable, los fragmentos en que el autor a través de su alter ego hace que todos los focos apunten a su monólogo, carecen de la misma fuerza, dotan de cierta irregularidad a la obra.

En cualquier caso, Caminos Nocturnos resulta una obra muy interesante por muchos aspectos. Desde su diferencia de enfoque a la antropológica visión de un tiempo y un colectivo. Larga vida a Sajalin!

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