Monasterio, Eduardo Halfon

La primera impresión que genera en el lector Monasterio de Eduardo Halfon está compuesto por una serie de grandes mentiras. Uno coge el volumen. Lo escudriña. Comprueba que cuenta con apenas 120 páginas. Poco menos que un suspiro lector. Y aquí viene el primer engaño. Monasterio es como esos objetos de las historias de fantasía que multiplican su tamaño una vez se sobrepasa su entrada. Como el armario de Narnia o el andén de Harry Potter. Las páginas de Monasterio ocultan un mundo oculto. Solo que a diferencia de las historias mencionadas, se trata de un mundo oscuro, un universo del que no cabe salida.

La otra gran mentira de Monasterio es su nomenclatura: una novela. Por fortuna para el lector es mucho más que una novela. Es un artilugio literario. La narrativa de Halfon es brillante, es dulce. Y en este caso encuentra un contexto en que desarrollarla. El tema, como suele ser habitual en su obra, es el desarraigo, la búsqueda incesante de una identidad. Halfon se sirve de la autoficción para ponernos en el punto de partida de sus propias cuestiones. Ha heredado la religión judía. Pero también la cultura árabe. Ha crecido en un país latinoamericano. Halfon puede ser todo y a la vez nada.

Un lector habituado al patrón clásico narrativo de inicio, desarrollo y conclusión se convertirá en un niño que camina solo en una feria de noche. No tardará en perderse. Monasterio se inicia con el viaje de la familia de Halfon a Israel con motivo de la celebración de la boda de su hermana con un judío ultraortodoxo. La que debería ser la trama principal resulta ser un mero contexto narrativo. Como apuntamos en el inicio la obra es más compleja. Cada página podría ser considerada una historia en sí misma.

En 2020, apenas un mes antes de que se iniciara la pandemia de covid leí El boxeador polaco, también de Halfon. Me pareció un libro maravilloso, un juego literario muy acertado y una serie de historias brillantes. No lo hice del todo a propósito, pero los siguientes años por las mismas fechas leí un par de obras suyas. Consideraba El boxeador polaco el culmen. Era difícil alcanzar sus cotas. Leí otros libros con el fatalismo de que no superarían ese amor adolescente. Monasterio ha roto todos los esquemas. Un libro que probablemente supere en sus logros a El boxeador. Todos aquellos que nos vemos afectados por el desarraigo tenemos a nuestro campeón en Eduardo Halfon.

Comentarios

Entradas populares