La caja negra, Amos Oz
La caja negra se sirve de una relación epistolar para construir la historia. Este recurso hoy en día parece un poco en desuso. Se me vienen a la cabeza un par de obras. Ambas me resultaron decepcionantes. 84, Charing Cross Road de Helene Hanff y Contra el viento del norte de Daniel Glattauer. La primera de ellas se alimenta de un cruce epistolar real y cuenta con el reconocimiento de la crítica y los lectores. La otra apenas alcanza para ser considerada baja literatura. En ambos casos me resultaron tramas simples. Que algo sea real o hermoso no lo convierte en literatura.
A diferencia de ambas, La caja negra de Oz es una historia compleja, compuesta por personajes de una excepcional verosimilitud y profundidad. Ilana se comunica con Alec, su exmarido a razón del hijo de ambos, no reconocido por su padre. El hijo, Boaz, es un adolescente inquieto que ha sido expulsado del colegio. Esta comunicación genera una serie de cartas en la que se van incorporando el marido de Ilana, Michel Sommo y el abogado de Alec. La relación epistolar entre varios personajes va descubriendo el pasado de cada uno de ellos, pero también las ambiciones y los vicios actuales. La preocupación por Boaz propicia la apertura de una relación triangular entre Alec, Ilana y Michel. Una relación que se construye a través de los sentimientos opuestos que se profesan entre ellos. El correo es el espejo. El lugar donde se muestran desnudo ante ellos mismos. Cuestiones como la militarización, la religiosidad, el sionismo, el conflicto de clases, la procedencia de los personajes. Todo tiene cabida en la obra.
No sé cómo he podido dejar que pasara tanto tiempo entre lecturas de Oz.
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