Poeta chileno, Alejandro Zambra
No resulta fácil hablar de Poeta chileno. Verdaderamente de ningún libro es sencillo hablar, pero hay algunos que trascienden las letras y las páginas, que se nos quedan colgando del pecho como una herida de arma blanca, como un dolor desconocido de madrugada. La implicación personal con Poeta chileno es trascendental. Todo lo que escriba sobre él podrá ser utilizado en mi contra por mi yo del futuro. Por eso escribo pulsando las teclas con extrema diligencia. Soy un reputado ladrón de joyas que habla de un libro.
Poeta chileno, pese al silencio que sugiere, tiene mucho de lo que hablar. Posee un inicio de una fuerza abrumadora, una parte intermedia de innegable inteligencia y acidez y un corazón tan rompe corazones como el mejor cantante de baladas pegajosas. Y entre medio grandes dosis de pegamento literario.
Sobre este aspecto se recomienda que se abstengan lectores de corazones pequeños. La narración roza el melodrama. Sucede que los cimientos literarios son tan profundos que el libro resiste el embate sin apenas esfuerzo.
Luego está la poesía. Chilena en este caso. Da igual. Por mucho que Chile sea una de las potencias mundiales de poesía, todo lo que la obra dice de ella puede exportarse a cualquier otro país. No es relevante conocer de poesía chilena, ni de poesía, ni de Chile, ni siquiera de libros para que la lectura de Poeta chileno nos afecte como lo haría una atracción de feria, un lugar del que vamos a salir diferentes de la concepción que teníamos de nosotros mismos cuando accedimos a ella.
Pero Poeta chileno es mucho más. Es una crítica inteligente a la aristocracia poética realizada con un profundo humor ácido y negro. Es una ruptura brillante de la temporalidad lineal. Es un golpe en el rostro sobre nuestros sueños y nuestras ambiciones. Es metanarración. Es costumbrismo. Es una obra inmensa.
Mi relación con Alejandro Zambra no es fácil. Hace unos años leí Formas de volver a casa. No tardó en cautivarme. Sin embargo, la pasión lectora fue decayendo muy rápidamente. La literatura de Zambra tiende a no dejar hueco al lector. Nos peleamos. Yo quería mi espacio como lector. Él con sus recursos metanarrativos me desplazaba. Después de leer Poeta chileno dudo. Tal vez no supe leerlo debidamente. A veces un lector debe aprender a ceder, a dejar que un buen escritor se expanda más allá de lo deseado. Creo que con Poeta chileno me siento en deuda de una nueva oportunidad.
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