Ubik, Philip L. Dick

No me resulta fácil hablar de Ubik. Las etiquetas pueden resultar de ayuda, pero al mismo tiempo pueden conducirnos a simplismos. Ciencia ficción, humor, ironía, fantasía, esoterismo, postmodernismo, crítica social. Cada uno de estos ingredientes componen la obra y al mismo tiempo, como fuerzas opuestas, ni se imponen, ni permiten que otras lo hagan.

Ubik me ha traído a la memoria a Pynchon. Un Pynchon menos complejo, más accesible, pero sin embargo, coincidentes en una visión de la literatura muy adelantada a su época, a veces doliente con el lector, plagado de pistas falsas.

El lector construye su entramado con las primeras páginas. Un futuro distópico del que se ha apoderado el hipercapitalismo. Todo tiene un precio, desde la acción cotidiana de preparar un café al mero hecho de abrir una puerta. Un mundo que en cierto modo encuentra paralelismos con el de La broma infinita de David Foster Wallace.

La ciencia ha desarrollado el concepto de la semivida.Un estado en el que los muertos pueden comunicarse con los vivos. En este mundo capitalista y esotérico existen personas con capacidades telepáticas. Las empresas los emplean como recursos para la piratería industrial. Como una suerte de cortafuegos también contratan a los inerciales, cuya capacidad mental les permite contrarrestar las facultades de los telépatas.
Este entramado nada fácil de construir por el lector no tarda en derrumbarse. 
 
Puse la lectura de Ubik en común con otros participantes a un taller. Si bien es cierto que la literatura de Dick es una literatura de ideas, más que de tramas, de personajes o diálogos, me cuesta asumir el hecho de que Philip K. Dick sacrificara la corriente que empieza a tomar la obra de forma arbitraria. Al contrario, quiero pensar que debió de ser doloroso. Lo que parece un inicio brillante: las guerras entre telépatas e inerciales por el control de la información industrial en un mundo hipercapitalista se convierte en un mero espejismo. Los derroteros de la obra llevan al lector a un juego de espejos y de saltos en el tiempo alejado de lo que con esfuerzo ha debido construir como cimientos. Entiendo este abandono como el sacrificio de un hijo por la supervivencia de toda una familia. Ni las drogas ni una supuesta incapacidad de desarrollar la obra me resultan explicaciones plausibles. Philip K. Dick construye un prometedor inicio y cuando el lector cree que empieza a comprender las reglas del juego, las cambia en pos de una confusión muy Pynchoniana.

Prefiero que sea el lector en ciernes el que construya la verdadera historia desde las cenizas de lo que parecía ser. En cierto modo, lo considero una vertiente más del postmodernismo que corre por las venas de la obra. Una vertiente que me confirma el humor y el absurdo de gran parte de la situaciones que devienen en la obra.

A fecha de hoy he leído un par de volúmenes de sus relatos, Sueñan las androides con ovejas eléctricas, El hombre en el castillo y creo que Ubik es lo mejor de Dick. No tardaré en leer Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, la biografía que realizó Carrere.

Comentarios

Entradas populares