No hay bestia tan feroz, Edward Bunker



Atención que tenemos un librazo entre manos. Es de esas obras que cuando llegue el frío, se intuyan la presión de los regalos navideños y suframos la fiebre de las listas con las que creemos que cerramos un año que fue como el anterior y será como el siguiente, estará probablemente en mis mejores lecturas del año.
 
Me ha fascinado de No hay bestia tan feroz su la manera en que está escrito y las capas que lo componen. Pero antes de entrar en desarrollar ambas partes creo necesario hacer mención al título. No hay bestia tan feroz es salir al campo con los futbolistas dopados, a un combate de boxeo con los nudillos recubiertos de metal. Luego está la edición de lujo que se marcan los amigos de Sajalin, una de esas editoriales que no tienes más remedio que adorar si es que tienes sueños húmedos con los libros. En este caso incluyen un prólogo firmado por el propio James Ellroy.
Pero vamos al ajo. No hay bestia tan feroz es el buque insignia de toda una institución como fue Edward Bunker. Un tipo que aparece en un cameo de Reservoir dogs de Tarantino solo puede hacer algo brillante. Y vaya que si lo es. Es la historia de un ladrón. Un tipo llamado Max Dembo que sale de la cárcel con la lección aprendida. No voy a delinquir escribe una y otra vez en la pizarra mental de su cabeza. Sin embargo, Bunker sabe por experiencia que la vida es jodida y también es dura. La sociedad, las propias dificultades del sistema de libertad condicional empujan a Max Dembo a hacer lo único que sabe hacer y lo único que alguna vez ha hecho bien: robar. Arrojarse por la espiral de la perdición que son las drogas y el dinero fácil, el único al que paradójicamente los personajes de esta vida tienen acceso. La novela que habría hecho llorar a Michel Foucalt.
 
Hasta aquí una historia apasionante, que además está escrita con pulso, con ritmo y sangre. Pero es que además de ser una patada al sistema penitenciario norteamericano, y hacerlo con una narrativa que se desliza como la seda, la obra, al estar escrita en primera persona, permite una serie de reflexiones sobre la desgracia del ser humano, sobre la pobreza, sobre la imposibilidad de progresar en la sociedad que podrían hacer que se corroyeran las vísceras del tipo más avezado. Como decíamos al principio, librazo es lo que tenemos entre manos.

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