República luminosa, Andrés Barba
Primera
incursión en la obra de Andrés Barba, República luminosa fue finalista
del prestigioso premio Herralde. Hablamos por lo tanto de una obra a la
que se le presume cierto peso específico. Barba construye un relato
breve que destaca por una narración en primera persona en el que apenas
aparecen diálogos. Todo el peso narrativo cae por tanto en el narrador,
un técnico de asuntos sociales en un país caribeño. Barba no solo hace
uso de su voz; los medios de comunicación y otras voces que hablan a través del narrador, otorgan redondez a la obra, propician
que muy lejos de considerarse un texto denso, arduo con el lector, la
lectura de República luminosa destaque por su agilidad.
Temáticamente
es muy difícil no encontrar reminiscencias de esta obra con El señor de
las moscas de William Golding. Al igual que en el clásico, en República
luminosa la barbarie afecta a un grupo de niños. No obstante, sin
desmerecer la muy buena obra de Barba, la transposición de la voz a un
adulto le resta parte de la fuerza que impregna y destaca en El señor de las moscas. En
República luminosa nunca sabemos qué pasa por la cabeza de los niños.
Solo somos partícipes de sus actos, de la barbarie que propician. Nunca
sabemos si cuanto realizan corresponde a un acto de legítima defensa o
por el contrario de ataque furibundo.
Y
es que quizá ese es el principal problema de una obra que se me antoja
exagerada para un premio Herralde (al menos, para lo que fue) pero que
es muy decente. Su hándicap es su brevedad. Narrado con maestría, deja
demasiadas dudas en el aire.
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