El cielo de los animales, David James Poissant
David
James Poissant ha conseguido lo más difícil. Más que saber tejer
historias o el modo de contarlas, sabemos cuándo nos encontramos con un
escritor en el momento en que reconocemos su voz. La voz de Poissant
irradia cada uno de los 15 relatos que componen ese cuadro trágico y
deprimente que es El cielo de los animales. Todo un logro para una
primera obra.
Conocí a Poissant a través de la revista de relatos Tales. El suyo destacaba sobre el resto. Sus frases breves. Su fina ironía. El dolor en cada palabra, en cada frase. Aquel relato no pertenecía a El cielo de los animales, hasta el momento su primer libro publicado. Todo lo bueno que prometía aquel relato se encuentra en la colección publicada por Edhasa.
Los
personajes de Poissant viven al margen. A veces de la ley, pero siempre
de la sociedad. Su dolor es compartido con el lector. Sus letras son
como conexiones neuronales. Agujas que se clavan por un extremo en la
cabeza y en el sentimiento de personajes de ficción y por otro lado en
el lector.
Poissant es norteamericano. Es comparado con Carver o con Munro, por su temática o sus formas. Es probable. No obstante, me gusta pensar en él como una estrella particular, con su propio luz. No con el reflejo de otras estrellas más distantes, y por lo tanto, más inalcanzables.
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