Oona y Salinger, Frederic Beigbeder

Si hubiese sido un biopic al uso, sin lugar a dudas, se hubiese tratado de una novela interesante. Estoy pensando en uno de los últimos números de Tales, en el que Carlos Pranger (Tales 11) narra la tormentosa historia de Oona O´neil y J.D. Salinger. Cualquier elemento de esta historia real que desvelemos podría ser interpretada como un spoiler, así que sólo vamos a decir que es lo suficientemente jugosa para sustentar una novela con ambos en los referentes de personajes principales.

La gracia, el plus o como lo queramos llamar, es la inclusión de la propia voz del autor en una historia que se inicia décadas antes de su nacimiento, rompiendo de esta manera lo que podría ser la cuarta pared. El autor no es un mero narrador. Es un personaje más y en cierto modo el motor último, como explica en las primeras páginas, de la existencia de la novela.

Además de ello, también se podrían considerar aciertos o valor añadido, elementos contradictorios y opuestos que el autor incluye en las páginas de la novela. Por un lado, el uso de documentos privados (correspondencia en mayor medida) cruzados a lo largo de los años entre Oona y Salinger. La mayoría de éstos se corresponden al periodo en el que, mientras Salinger jugaba a ser un hombre y a salvar Europa de los nazis, Oona trataba de labrarse una vida como actriz en Hollywood, a donde había partido desde el Nueva York en el que ambos habían coincidido y, tal vez, sin quererlo o sin saberlo, se habían amado. La carrera cinematográfica de Oona O´neil se vería prontamente interrumpida por su matrimonio con Charles Chaplin.

El otro elemento del que hablábamos es pura literatura. Sin ningún tipo de remordimientos, Frederic Beigbeder rellena todos los vacíos que encuentra a su paso por la biografía de ambos personajes con dosis de buena literatura. En el fondo, se trata de un juego muy interesante de realidad y meta-realidad, una historia cierta y al mismo tiempo ficticia de dos personajes (más un tercero y cuarto en discordia, Truman Capote y Charles Chaplin) sin los que sería difícil comprender el siglo XX.

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