Las cosas que perdimos en el fuego, Marina Enriquez

He sucumbido a las presiones de lo mediático y Las cosas que perdimos en el fuego es lo primero que leo de Marina Enriquez. No pienso hablar de las historias de manera individual. Tengo la concepción de un libro como una obra, pero a pesar de esto, tengo que decir que empezó fuerte. El primer relato contenía la dosis adecudada de lenguaje thriller (más que gótico) e inquietudes sociales para dejar el listón muy alto. Los siguientes no estaban mal, pero me temía que la fuerza que me había arrollado en sus inicios, no se volvería a repetir.

Por suerte, me equivoqué. La consideración global de la obra es muy alta. El lenguaje tiene algo que recuerda a la poesía de la experiencia. En apariencia es muy sencilla, algo kitsch a veces, como si Marina estuviese aprendiendo a escribir y sólo fuese capaz de escribir frases muy cortas y muy sencillas. Pero es sólo una apariencia, casi un juego con el que entretiene al lector, que cuando se percata se encuentra atrapado.

La combinación de lo gótico con las inquietudes sociales se repite a lo largo de la obra. Los finales son abruptos y duelen. Pero se le perdonan por todo lo que nos ha dado antes.

¿Un cuento favorito? El inicial, el del chico sucio abrió el camino hacia mi apasionamiento con este libro, pero son muchos. Mientras escribo, pienso en Tela de araña o el que se toma prestado para dar título a la obra y que quizá sea el más subrepticio de todos.

Marina Enriquez ha llegado a mi biblioteca para quedarse y repetir.

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