Una de terror: Las montañas de la locura, H.P. Lovecraft

No es mi género el terror. Yo también tuve 16 años. Y coqueteé con el señor de los anillos. Hasta ser un adicto a Tolkien el punto de que cada fin de semana festejábamos el fin de las clases con una partida de rol en la Tierra Media. No quedó la cosa ahí. Probé a Stephen Hawking y no me llenó. Probé a Anne Rice que por aquel entonces era lo que consumían los que rodeaban. También probé a Lovecraft. Y seguí enganchado por más tiempo a Tolkien.
  
Así pasaron los años. Mucho o demasiados, según el día. De pronto vuelvo a tener 16 años en algunos rincones de mi corazón. Me dejo arrastrar por la marea de los nuevos juegos de mesa. Empiezo con clásicos como Catan o Carcassonne, pero no tardo en dominar toda la nomenclatura, en parte gracias a youtubers (como decían presuntos implicados: cuánto hemos cambiado). Ahora sé que existen los crawlers, los euro(games), los fillers, cooperativos y 4X. Y ese universo que me devora sin demasiada oposición por mi parte me hace descubrir la admiración que se rinde a Lovecraft y a su universo. 

Como yo no puedo ser menos, y vuelvo a tener 16 años, me hago con el Horror de Dunwich. Elijo el título por la sencilla razón de que es una de las aventuras que he iniciado en el Arkham Horror LCG (sí, amigos, esos son mis filtros). Lo peor de todo es que va y me gusta. Se trata de una historia de seres desconocidos y monstruosos, aderezada por muchos, muchos epítetos. Comprendo aquello que dicen que Lovecraft no es sólo terror, tiene su dosis de ciencia ficción. En ese momento a mi corazón le brotan unos pelillos como si fueran tentáculos. ¿Tendré salvación? 
En esa recaídas ando cuando me hago con Las montañas de la locura. Otro título elegido por la única razón de que hay juegos de mesa sobre ella. Más tarde (demasiado, quizá) me entero que La montañas forman parte de los mitos de Cthulu. El amor por Lovecraft (no es un juego de palabras facilón) se desmorona. Tiene partes interesantes, pero en su mayor parte asumo que no es una obra para neófitos (o casi) como yo. Sería, yo que he estado metido hasta las trancas en Tolkien, una obra análoga al Silmarillion. Mitad para explicar las obras principal, mitad para saciar a la hueste de fans. 
En esta ocasión mi intuición me ha jugado una mala pasada.

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