Los Asquerosos de Santiago Lorenzo, el Robinson Crusoe del s. XXI
Los
asquerosos de Santiago Lorenzo es el mirlo blanco. Uno de esos libros
que, sin que nadie sepa muy bien el motivo, alcanzan los primeros
puestos en las listas de ventas.
Publica Blackie Books, que aunque va haciéndose un nombre en el mundo
editorial queda lejos de gigantes como Anagrama, Literatura Random House
o Seix Barral. El autor tampoco es precisamente conocido. Santiago
Lorenzo tiene en su haber varias novelas y proyectos
cinematográficos, pero no es popularmente conocido. Sin embargo, como
un Deportivo de La Coruña en su momento, se ha hecho hueco entre los
grandes.
Por
regla general huyo de las novedades literarias. Han sido demasiados
cantos de sirenas, de promesas de felicidad literaria incumplidas. Si me
sumé al fenómeno Los asquerosos
es debido a que venía avalado por la opinión de un lector en el que
confiaba.
El
argumento no es más que una vuelta de tuerca al ya clásico mito del
Robinson Crusoe. Si en su momento Andy Weir alcanzó el éxito con un
Robinson Crusoe en Marte, con su
obra el marciano, el añadido de Lorenzo afecta a la contemporaneidad.
Probablemente, Los asquerosos sea un libro que se pueda leer a lo largo
de muchos años, pero es necesaria comprenderla en el punto exacto de su
contexto temporal. Es el Madrid de los años
posteriores a la crisis, la ley mordaza y el trabajo precario están a
la orden del día. En éstas, nuestro protagonista debido a un incidente
debe abandonar la ciudad y toda humanidad. Si bien se cimienta en un
lenguaje grandioso, con palabras de cuño propio
(soy fan de la palabra Mochufa) y situaciones que recuerdan a capítulos
de McGiver, el gran acierto de Lorenzo, y probablemente gran parte de
su éxito es el momento en que se cuenta esta historia tan antigua. En
plena era de la interconectividad un sujeto
debe huir de todo contacto con el ser humano, debe deconstruirse para
volver a ser autosuficiente. Y por si fuera poco, como toda obra
clásica, Los asquerosos tiene su némesis, su antagonista, la familia de
Mochufas, personificado en La Joaqui. Acierto pleno
del autor es conseguir el que el lector se posicione de forma constante
con el anacoreta del protagonista, del que seguro que anda más alejado,
que de la Mochufa.
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