LOS REYES DEL JACO, VERN E. SMITH

 

Echemos la vista atrás al año 1974: Richard Nixon renuncia a la Presidencia de EE.UU. tras el escándalo Watergate, Muhammad Ali y George Foreman son los héroes deportivos del momento, China descubre los guerreros de terracota, tiene lugar la revolución de los claveles en Portugal. Imaginad los cambios políticos, sociales y culturales que hemos experimentado en estos 50 años. 
Requiere por lo tanto un punto intenso de falta de cordura lanzar al marcado literario español una novela que fue escrita en aquel contexto. Las tendencias culturales han cambiado, los lectores han cambiado. Sucede que hablamos de Sajalin.

 
Vern E. Smith construye una extraordinaria y adictiva obra enmarcada en el Detroit de 1972, en sus guetos para negros. A través de una narración coral y descaradamente racializada asistimos a una lucha encarnizada por el dominio entre clanes en la venta de la heroína. ¿Estamos seguro que hemos cambiado tanto en estos 50 años?
Conocer el contexto implica valorar aun más el texto. Tras la guerra de Vietnam, EE.UU. afronta una crisis social y económica que tiene como consecuencia un desempleo que, como suele ser habitual, se ceba con las clases bajas. Pobres y traumatizados por el conflicto bélico, el retrato de la juventud de la década de los 70. También publicado por Sajalin, Cutter y Bone de Newton Thornburg radiografía con dolorosa brillantez aquella generación. 
Apenas se necesitan unas páginas para establecer paralelismos entre Los reyes del jaco y The wire, la serie de TV de David Simon. Richard Price y George Pelecanos, guionistas de la serie reconocen su admiración. ¿La mejor serie de la historia de la TV? Quien lo afirme corre el riesgo de no equivocarse. Una serie sobre el narcotráfico en un lugar deprimido como Baltimore dio lugar a un ensayo sociológico sobre los efectos de las adicciones, la política, la educación o el periodismo.

Antonio Escohotado en su Historia general de las drogas lo deja bien claro. La única diferencia
entre las drogas legales y las que no lo son estriba en la decisión del legislador. Drogas que hoy
son legales en un pasado no lo fueron así y viceversa.
Las obras que tienen como objeto cualquier tipo de producto adictivo se dividen en su mayor parte entre las que se centran en el dominio del producto y las que profundizan en su adicción y consecuencias. Las primeras giran en torno al poder. El dominio de la droga supone el dominio del dinero y por lo tanto la ostentación del poder. Una obra como Los reyes del jaco mantiene una mayor similitud temática con Canción de hielo y fuego, la saga de George R. R. Martin, que con Canijo o Trainspotting, por poner dos ejemplos de obras en las que el foco apunta al consumo y sus efectos en los individuos. El empleo del título de reyes no es ni mucho menos casual.
Por eso nos fascinan las obras de temática de mafia. El padrino, Scarface o Gomorra estrechan su vínculo con el poder, no con el producto con el que trafican. Los mafiosos son como nuestros políticos o empresarios, solo que sin cortapisas legales... cuando las tienen.
El dominio del poder tiene un importante lugar en nuestro bagaje creativo. A veces, incluso se confunde con amor. La Iliada no se desencadena por el rapto de Helena. El dominio mercantil de la región se considera la causa más profunda del desencadenamiento de la guerra de Troya entre aqueos y troyanos.
El rey Lear de William Shakespeare, la serie de TV Sucession. La lucha por el poder admite las más extrañas capas y todas las formas posibles de traición. La negritud ha quedado tristemente relegado en las expresiones artísticas hasta hace pocos años en EE.UU., donde componen el 13% de la población total. Hoy en día contamos con obras y autores encargados de voltear esta realidad como Percival Everett con Los árboles, Friday black de Nana Kwame Adjei-Brenyah, Los chicos de la Nickel de Colson Whitehead.
De ahí el valor de Oreo de Fran Ross, obra publicada en el mismo año que Los reyes del jaco. Fran Ross no solo es negra, también es mujer.
En la novela de Vern E. Smith el papel de la mujer queda relegado al de prostituta o adicta, siempre víctima, siempre alejada de los núcleos de poder. Una situación que no sucede en Las muertas de Jorge Ibargüengoitia. Basada en hechos reales, las mujeres pueden ser tan sanguinarias y crueles como los hombres para no perder su cuota de poder.

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