Ceniza en la boca, Brenda Navarro

Ceniza en la boca es de esos libros mentirosos. Lo tomas entre las manos, compruebas su número de páginas y llegas a la pronta conclusión de que debe ser una lectura ligera. O bien, lo tomas entre las manos, compruebas su número de páginas y llegas a la pronta conclusión de que por muy profundo que resulte no abarcará demasiado.

Craso error.

Ceniza en la boca en las apenas 200 páginas en que se extiende resulta de una profunda abisal. Destaca por afectar diversas temáticas. Todas arduas. Y lo hace a través de un lenguaje sencillo, de importante influencia oral, de esa manera tan en boga y que nos permite extender lazos invisibles entre otros grandes autores como Pedro Mairal, Mónica Bustos, Mariana Enriquez o Mariana Enriquez.

En lo que se refiere a su temática, la obra irrumpe con una fuerza descomunal. El suicidio de un joven mejicano en España. Su brillante narración. El resultado de demasiados interrogantes que nos serán despejadas con el transcurso de las páginas.

Desde Werther de Goethe, Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides o Delicioso suicidio en grupo de Arto Paasilinna la literatura se ha aproximado de una manera u otra al acto voluntario y consciente de quitarse la vida. De todos los ejemplos disponibles no puedo dejar pasar el momento de recomendar Nada se opone a la noche de Delphine de Vigan. Narración autoficcional en la que la autora cuenta la historia de su madre y los 400 golpes en la vida que desembocaron en su suicidio.

Tras el trágico hecho del suicidio del hermano de la voz protagonista, el tiempo se pliega en Ceniza en la boca. Vuelve al tiempo anterior a la migración, el regreso a los orígenes. La aplicación de una lógica narrativa que es el momento en el que deberíamos encontrar con claridad las causas que produjeron años después el suicidio del joven. Muy al contrario, asistimos a una narración en la que la familia es el núcleo. Una familia construida desde el abandono. El abandono que supone la muerte y la distancia. Hay tanto realidad en las páginas de Ceniza en la boca. Las historias se suceden. Las temáticas se solapan. Los hijos que son criados por los abuelos. El derecho a una madre a vivir una vida a pesar de su maternidad. Brenda Navarro es como esos héroes tan manidos de las películas de acción. No deja títere con cabeza. Dispara a todo lo que se mueve. Y encima, acierta.

La migración es otro de los temas centrales de Ceniza en la boca. No ya el recurrente de los peligros de la migración ilegal, del cruce de desiertos o de jugarse la vida en una patera que permanece a la deriva. La migración ya sea legal o ilegal conlleva sus consecuencias. La soledad. La hermandad de los perdidos. La traición entre ellos. Los amores inútiles. No puedo no hacer mención de una de las grandes obras que desarrollan esta temática. Andamios de Mario Benedetti. Los que marcharon jamás serán del lugar que los acogió, como tampoco volverá ser del que partieron.

Las dificultades de los chicos en España. El paraíso se desmorona con el transcurso de los días. El bullying con el que se castiga al diferente. Ceniza en la boca es como esos guardametas infranqueables que en ocasiones emergen en las portadas de los periódicos.

El regreso al lugar de origen. La narcovida. La narcomuerte. Comparte origen con la autora de Ceniza en la boca. Hay una obra que tal vez no ha tenido en España el impacto que mereció. Diablo Guardián de Xavier Velasco resulta una aproximación muy interesante, muy en la onda de la metanarración con la rémora del narcotráfico como tema principal.

Termino Ceniza en la boca con el firme deseo de tener entre manos Casas vacías, también de Brenda Navarro.

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