Ciudad abierta, Teju Cole

Ciudad abierta es una obra desprovista de trama. El personaje principal, un alter ego del propio autor, es un médico que pasea. Primero, por las calles de NY; más tarde, por Bruselas. No hay origen, no hay destino. Son paseos que propician encuentros, que a su vez generan temas en los que las conversaciones profundizan. Estos temas pueden llegar a ser de distinta índole. Desde la situación en Palestina, migraciones o desigualdades sociales.

Y es que los personajes con los que el alter ego del autor se encuentra en sus paseos no representa el establishment. Son personajes al margen. Hay una pretendida dimensionalidad por parte del autor. Rige el mismo principio que se encuentra en la obra de Svetlana Aleksievich: dotar de voz a los que no la tienen. La diferencia estriba en que Aleksievich parte de una premisa de índole histórica o social. Por el contrario, Cole divaga, a veces acierta, a veces da una sensación errante.

Un eco en Ciudad abierta lo representa la negritud. Gran parte de los personajes son negros. El personaje principal representa el distanciamiento con la marginación, pero no podían faltar los que giran dentro de esta rueda. En los últimos años se está produciendo una aproximación diferente a esta temática por una serie de nuevos autores. Se me viene a la cabeza la muy interesante colección de relatos titulada Friday Black, firmada por Nana Kwarme Adjei-Brenyah.

Leí la obra poco después de ver American fiction. Está basada en el libro X de Percival Everett. Entre otros temas, y con una fina ironía, reflexiona sobre la negritud, sobre la necesidad que tienen los autores de color de abordar el tema, de este pasaporte que precisan para ser considerados escritores.

De las microhistorias que componen el collage de Ciudad abierta las que abarcan temática más allá de la ley fueron las que más me gustaron. Por el contrario, reconozco que me costaba empatizar con el personaje principal en demasiadas ocasiones. Rezuma pedantería. Los paseos no solo lo conducen por historias personajes. Visita iglesias, escucha música clásica y sabe de vinos. Me ha traído el recuerdo de una obra de viaje: Brújula de Mathias Enard. Una yuxtaposición, por no decir vómito, de sapiencias; una burda competición por ser considerado el que más sabe de la clase, pero desprovisto de alma. Como me sucedió con Brújula, con Ciudad abierta, aunque de una manera más contenida, por momentos me suponía un esfuerzo disfrutar de este tipo de conocimientos que poco podían aportar al sentir general de la obra.

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