Malaventura, Fernando Navarro
Soy lector habitual de obras de relatos. Pocas
veces sin embargo hablo de ellas. Pese a la unidad formal y temática,
cada relato cobra de tal manera su autonomía que no me resulta en todos los casos factible una aproximación de una forma general a la lectura. Malaventura es un caso excepcional. Quiebra
esta regla. Se construye a través de historias más o menos
independientes, pero la temática es única. Cada relato es un brazo de
una única entidad. Una Andalucía mítica, de mentira y al mismo tiempo
muy próxima a la realidad. Una Andalucía triste y pobre. Una Andalucía
en la que sobreviven personajes duros, decrépitos y al mismo tiempo
dulces que se asemejan a los personajes de un western poco creíble. Esta es la verdad que cuenta Malaventura. Y lo hace a través de
unos recursos estilísticos muy interesantes. El uso del habla andaluza
desprovista de los tics habituales, tan emparentados con el desclase
social. Con una capacidad fascinante por parte de Fernando Navarro por
ensamblar imágenes a través de descripciones vagas. Esta decisión estilística convierte la
lectura de Malaventura en un desfile de postales, en algo que se parece a
dejar que las páginas de un álbum de fotos familiar nos embarguen con
su tristeza.
Malaventura palpita en sus
relatos algo que recuerda a Comala. La Andalucía que describe en cada
texto contiene aromas de Comala, de su irrealidad. Pero no es ni mucho
menos una obra que nazca vieja, y esto a pesar de alguna manifiesta
influencia de la temática de las tragedias lorquianas. Malaventura es
una obra impregnada por el presente, por su crueldad y desolación. Hay
sangre. Hay barbarie. Esa Andalucía comaliana y lorquiana se traviste en
los ojos de Fernando Navarro de tarantiniana pareciéndose
inexorablemente a lo que no es, pero también a lo que es.
Malaventura es una colección de relatos francamente interesantes de un autor muy a tener en cuenta.
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