Flores para Algernon, Daniel Keyes

El primer pensamiento que me asaltó cuando apenas llevaba unas páginas, ni siquiera la mitad, con lo que no había podido profundizar lo suficiente en la historia, era que su catalogación como obra de ciencia ficción inevitablemente produciría que una gran parte de la comunidad lectora antepondría sus prejuicios, dejaría de leer un libro que merece y mucho la pena.

Puedo entender a los haters de la ciencia ficción, a los lectores que de plano rechazan la lectura de todo lo que lleve la etiqueta de este género. A fin de cuentas, yo mismo lo hago con la fantasía. A veces las mismas lecturas no ayudan, seamos francos. Sin embargo, existen una serie de libros de ciencia ficción, de fantasía o de terror en los que el nicho cobra menos relevancia que lo que se cuenta. El señor de los anillos es fantasía, pero sobre todo, es una muy interesante metáfora de la lucha por el poder y las consecuencias que generan en quien lo ostentan. Del mismo modo, Dune adquiere su relevancia por profundizar en la importancia de la ecología (muchos años antes de que fuese cool) o Frankenstein pone de relieve los límites de la capacidad creadora del ser humano y sus consecuencias.

Flores para Algernon es de la misma manera mucho más que una historia en la que unos científicos descubren una intervención capaz de dotar de inteligencia a quien carece de ella. Primero se ensaya con animales, concretamente con ratones, y más tarde con un deficiente mental, Charlie. La ciencia ficción por lo tanto no es más que la puerta que es necesario abrir para contar una historia de soledad, de superación y de dolor. Charlie no solo adquirirá la inteligencia que le fue vedada con su nacimiento, sino que la superará con creces. Su coeficiente intelectual despuntará sobre el de los propios científicos que le han permitido cumplir su sueño de ser listo. Toda su vida cobrará una nueva dimensión.

El autor de Flores para Algernon fue un conocido psicólogo, lo que permite la profundización casi demencial en la mente de los distintos Charlies que van desfilando a lo largo del libro, desde el deficiente al brillante. De forma acertada, al ser escrito a modo de diario, la verosimilitud es muy alta.

Un gran libro que solo pretende buenos lectores.

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