El teatro de Sabbath, Philip Roth
Pocos autores alcanzan el manejo de la narrativa de Philip Roth. A estas alturas son varias las lecturas que llevo de él y creo establecer una línea de separación entre ellas. Aunque su voz y su estilo pueden encontrarse sin dificultad en todas, existe, por así decirlo, una corriente de novelas vinculadas a hechos históricos, en los que el texto se genera para dar cobertura a éste y en las que, por mucho que Roth se permita dar rienda suelta a su narrativa, se encuentra con la existencia de ciertos cortapisas. De esta corriente podrían ser títulos de gran importancia en la obra de Roth, como podría ser la considerada trilogía americana, compuesta por La conjura contra América, Pastoral americana y Me casé con un comunista.
Otros
títulos permiten el desarrollo de su narrativa, ironía e incluso poco
respeto por los tabúes sociales. Son quizá las obras más genuinas, donde
el autor se explaya de forma más rotunda. En este elenco, personalmente
destaca sobre el resto El mal de Portony, la que personalmente es la
novela más divertido que nunca he llegado a leer.
Muy
en esa línea, pero sin duda agriada por el transcurso de los años, nos
encontramos con este Teatro de Sabbath. Sabbath es un viejo y decrépito
titiritero, pero sobre todo, promiscuo sexual con todas las mujeres
(menos con la propia) que se verá envuelto en un viaje de conocimiento
como tantísimos otros en la historia de la literatura. No es el viaje en
sí lo que va a satisfacer al lector. Es el desmoronamiento de los
tabúes sociales, de los prejuicios y los convencionalismos. Roth se lee
como se consume productos eróticos, buscando algo más que el mero
desafío intelectual y/o artístico.
De
lo mucho que se puede extraer de esta obra de Roth, me quedaría sobre
todo con su capacidad de anticiparse al movimiento de los ofendiditos.
Una forma de vivir la vida tan en oposición a lo que, al menos, fue su
literatura.
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