Todo está iluminado, Jonathan Safran Foer

“Todo está iluminado” está a la altura de las grandes obras. Llevo un rato pensando qué decir acerca del título y es lo primero que se me ocurre. Entonces recuerdo las grandes expectativas con las que lo comencé. Conocí a Foer en la antología “la generación quemada”. Su relato superaba al resto. Ahí estaban J. Eugenides, Jonathan Lethem... Incluso David Foster Wallace (mi amado DFW). Pero el de Foer destacaba muy por encima, solo a la altura del firmado por George Saunders. Me decidí a hacerme con algo de Foer. Las ediciones de bolsillo estaban descatalogadas. Tuve que recurrir a la segunda mano. Compré el libro a través de un portal de internet a una librería de Zaragoza. Y me encontré con el primer capítulo.

Había leído acerca de la dosis de humor que Foer insufla a sus obra. No en vano, había sido comparado con Philip Roth (traducción judía, humor…). Sin embargo, lo que me encontré en el primer capítulo de “Todo está iluminado” estaba muy lejos de las expectativas. El autor forzaba tanto el humor que resultaba pedante. Era como una historia de los hermanos Coen (línchenme sus fans). Estuve a punto de abandonarlo. Probablemente, si no me hubiese supuesto tanto esfuerzo conseguir el libro, lo habría hecho. El segundo capítulo no tenía relación alguna con el primero. El primero presentaba a unos personajes en la actualidad, el segundo se desarrollaba en el s. XVIII. Resultaba un poco confuso pero empezaba a ser otra cosa. Los saltos temporales empezaron a convertirse en una tónica conforme transcurrieron los capítulos. Del s XVIII, al XX, al XIX, a la actualidad. Tal vez en ese punto me sentí interesado por la novela. La fragmentación de la línea temporal, el anticipo de hechos que serán detallados más adelante fueron sus primeras conquistas. Entonces me encontré con su poesía, su humor que, a diferencia de Roth, nunca llegó a hacer la menor gracia. Foer cuenta la historia de su familia desde un origen concreto. Pero lo hace no con un ánimo de egolatría. Aprovecha la propia historia familiar para que el lector empatice con los trágicos acontecimientos a los que se enfrentó el pueblo judío tras la invasión nazi. ¿Otra historia sobre el Holocausto judío? ¿No tuvimos suficiente con la lista de Schindler? Ni mucho menos. Si de algo carece “Todo está iluminado” es del victimismo imperante en la mayoría de obras que tienen en común el Holocausto. La historia se coloca un rostro con el fin de que el lector sufra, pero en ningún momento deja al lado la poesía, la escritura inteligente de su autor. Es más, si existe una nota predominante es la culpabilidad. El síndrome del superviviente: ¿Por qué yo?

“Todo está iluminado” me recuerda a “Los girasoles ciegos”, la maravillosa historia de Alberto Méndez, o cómo construir una tragedia universal o nacional a través de pequeños personajes, tan carentes de importancia que no importa que sean o no de ficción, nunca tendrán hueco en los libros de Historia.

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