Cantaba
la banda gallega Los Piratas, allá por los años, 90 que el equilibrio
es imposible. Que sí, que como una pretensión aristotélica está muy
bien, pero este libro de
David Mitchel viene a demostrar lo acertado de la frase de Los Piratas.
Relojes de hueso camina entre dos aguas, a veces con maestría. Unas
veces se viste de libro que los gafapastas utilizarían de modelo en
Instagram. Una historia cargada de profundidad,
con un análisis muy acertado de determinados periodos históricos, sobre
todo lo que se refiere a la guerra de Irak. Incluso, como seudociencia
ficción se defiende en la distopía post industrial que teje para para la
década de los años 40 de los 2000. Pese
a estos aciertos, Relojes de hueso adolece que muchos, demasiado quizá,
de los tics que definen habitualmente a los sellers. Sobre todo, en
momentos álgidos de la obra y que producen que éstos tengan un peso
mayor al que verdaderamente tienen.
La
narración se inicia en los años 80 con la primera juventud de Holly
Sykes, postergándose a cada década siguiente, tratando diversos temas y
aunque exista un intento de
redención con la utopía final, los personajes de Relojes de hueso
parecen codearse con las altas esferas, algo que en cierto modo puede
justificarse por los movimientos espaciales.
El
éxito de Relojes de hueso podría ser el público que ha agotado el mundo
de los libros de piscifactoría o prefabricados y pretende dar un paso
más allá.
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