Un blog literario… para hablar de cine

Podría ser, pero no. No se trata de un acto fruto de la subversión. No hace mucho vi la peli y considero relevante mencionar su carga poética (y filosófica) cuando aún se mantiene fresca en mi memoria. La sinopsis de Canino, cinta que firma el directo griego Yorgos Lanthimos, podría resumirse como los avatares de una familia que, a excepción del padre, sostén económico, vive recluida en un chalet al margen de todo contacto con la sociedad. La cinta bebe innegablemente de Buñuel, pero también de David Lynch o Michael Haneke. Conjuga escenas cargadas de surrealismo con la violencia física más simple y atroz. Los padres, a sus hijos que parecen no superar la infancia, los dirigen hacia relaciones de prostitución y de incesto. Esta educación en la pureza más estricta y a la vez más falsa tiene una vía de escape. Los deseos sexuales del hijo son satisfechos de por una empleada de seguridad de la empresa en la que el padre, único trashumante entre mundos, llega a casa. Por esta pequeña grieta se colará la realidad más afilada, todo aquello de lo que los padres han intentado proteger a sus hijos.


Más allá de interpretaciones sociológicas e incluso filosóficas, para las que la trama de la película se convierte en todo un filón; Canino permite al espectador asistir a situaciones de intenso alcance poético. En su afán de protección, una protección que en cierto modo se convierte en tiranía (¿parábola con nuestra sociedad?), los padres brindan a sus hijos, ya veinteañeros, una educación que carece de elementos desde su opinión subversivos. No existe el mar. No existen los zombis. No existen las palabras relacionadas con el sexo. Para ello, los padres les cambian el significado de todos los significantes potencialmente peligrosos. Coño es una lámpara grande o autopista un viento muy fuerte. 
Canino es una película con una carga poética mucho más profunda que gran parte de la poesía que he leído por los grandes poetas de la actualidad.

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