El gran descubrimiento: La extinción de las especies
Recientemente Diego Vecchio se proclamó finalista de un premio del
prestigio del Herralde. Francamente, soy de la opinión que los premios se dan,
no se consiguen. En el mundo literario esta frase cobra desgraciadamente mayor
vigencia. El Herralde, que tiene en su nómina nombres ilustres como Roberto
Bolaño, Alan Pauls, Vilas-Matas o Ferré, no se libra de la sombra de la
sospecha, pero al mismo tiempo viene acompañado de cierto halo de calidad que
como mínimo le hace ser tenido en cuenta. El otro dato que interesa a la hora de trazar los prolegómenos de la
entrada de hoy viene marcado por un hecho casual, por no decir irrelevante. Una
usuaria de Instagram colgó una foto de La extinción de las especies. A mi
interés, ella respondió que le había recordado a J. Rodolfo Wilcock. Llevo años
detrás de los libros de este escritor también argentino. Sus obras están
descatalogadas. Aprovecho no obstante para informar (sí, informar) de la
confirmación de una nueva reedición por parte de la editorial La bestia
equilátera. En breve tendremos en España nueva edición de la obra de J. Rodolfo
Wilcock.
Si no me hubiese dejado llevar por la corazonada y hubiese echado un
vistazo más profundo a la contraportada probablemente no me hubiese comprado el
libro. Una obrita sobre un museo. Pocos temas se me antojan más tediosos en
este momento. Pese a ello, el disfrute de la lectura ha sido máximo. Creo
necesario ser justos y recalcar la inmensa capacidad narrativa de Diego
Vecchio, capaz de convertir en interesante lo que a priori no parece serlo.
Me ha servido por tanto para conocer a un autor con una facultad literaria
que no suele prodigarse, la enumeración. En La extinción de las especies hay
varios momentos cumbres y todos están relacionadas con esta manera tan sencilla
y tan difícil de contar. Una primera es la narración que Vecchio nos hace de la
evolución de las especies. Nunca el paso de las primeras bacterias a los
mamíferos resultó tan interesante y divertida. El otro momento cumbre tiene al ser
humano como objeto. En un fragmento de la novela a la que Marvin Harris le
habría puesto los ojos con chiribitas, el autor pasa a dar parte de distintos
uso y costumbres de los aborígenes de EE.UU, donde se desarrolla la obra. Lo
que parece a priori una serie de hechos cargados de curiosidad tienen en su
haber una profundidad oculta. No sólo asistimos a una evolución humana. La mera
concatenación de hechos pretende ir más allá.
Lo reconozco. No conocía antes del Premio a Diego Vecchio, pero qué decir
mejor de La extinción de las especies que el mismo día que terminé su lectura,
aprovechando los descuentos del día del libro y ante un eventual riesgo de
descatalogación adquirí su anterior obra: Microbios. No me gusta encabalgar lecturas similares. Tardará por lo
tanto, pero en un tiempo aparecerá por aquí.
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