A vueltas con la metaficción: El material humano
De un tiempo a esta parte asistimos a un auge en narrativa de lo que se ha denominado como metaficción. Me refiero a la literatura por la que apuestan nombres tan ilustres de la actualidad literaria como Karl Ove Knausgard, Javier Cercas o Michelle Houellebecq. Si bien es cierto, no se trata de una tendencia contemporánea. Tanto Cervantes como Borges, de un modo u otro abren o profundizan, en el sendero de la metaficción.
¿A
qué nos referimos cuando hablamos de metaficción? Podrían correr ríos
de tinta sobre este tema, pero no pretendo ser acusado de usurpación de
funciones por los filólogos. De una manera concisa se podría decir que
tiene lugar cuando el autor rompe las barreras definidas de forma
clásica y se incorpora a la propia narración como personaje. Es
metaficción cuando Javier Cercas en Soldados de Salamina se convierte en el
personaje principal de la investigación que narra la obra.
A pesar de las invasiones evidentes, la metaficción se diferencia de la autobiografía. Pese a las lógicas confusiones entre ambas, la metaficción no deja de ser ficción. El autor no se encuentra limitado por la veracidad de los hechos.
A pesar de las invasiones evidentes, la metaficción se diferencia de la autobiografía. Pese a las lógicas confusiones entre ambas, la metaficción no deja de ser ficción. El autor no se encuentra limitado por la veracidad de los hechos.
No
tengo ningún problema con la metaficción. El mapa y el territorio, de
M. Houellebecq, es una lectura muy interesante. Incluso a pesar de hacer
uso de un alter ego, las narraciones de B. o Arturo Belano, alter egos
de Roberto Bolaño en sus relatos breves o incluso en la incomparable Los
Detectives Salvajes, también pueden ser consideradas de metaficción.
Hay
sin embargo un tic peligroso en que se incurre en la metaficción.
Cuando el autor trasciende las barreras auto impuestas de narrador y se
convierte en personaje rebaja el filtro de lo considerado relevante. Se
abusan de hechos que personalmente me resultan tediosos. El autor se
vuelve en exceso autoindulgente con la narración.
Hablo
ahora de El Material humano de Rodrigo Rey Rosa. Conocí al autor
guatemalteco con la lectura de Imitación a Guatemala. Bajo aquel título
me encontré 4 novelas breves de un perfil similar. Novela negra con una
importante carga social. Repetir a un autor es lo mejor que se me ocurre
decir de él. En El material humano la misma contraportada pone en aviso
al lector. Una obra que mezcla narrativa con ensayo. Sin embargo, la
temática llamó mi atención. El autor tiene acceso a los archivos de la
policía a lo largo del régimen dictatorial de Guatemala. ¿Qué podía
fallar?
Casi
todo. El inicio promete. Rosa nos facilita una relación de los
detenidos. Son delitos políticos, pero también comunes. Se nos da acceso
a la situación legal pero injusta que afectaba al pueblo indígena. Sin
embargo, muy pronto el acceso del autor al archivo se suspende. La
metaficción se convierte en una fase de recuerdos oníricos, llamadas a
su pareja y situaciones personales para las que un futuro biógrafo
salivaría pero que como obra de literatura me resultan irrelevantes. La relevancia de los hechos desde el punto de vista personal, político o periodísitco no convierten per se un relato en literatura.
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