Lo reconozco. El humor que procede de autores de
origen judío es una de mis debilidades. Lo es en el cine, donde Woody
Allen es uno de mis directores fetiches. Lo es en literatura, donde la
mayoría de libros que me han generado una carcajada,
tienen la etiqueta de un autor de origen hebreo. Una y otra vez lo
repito, en redes sociales y en cualquier conversación personal en la que
pueda introducir la cuña de los libros que más me han hecho reír. El
Lamento de Portnoy de Philip Roth y Todo está iluminado
de Jonathan Safran Foer ocupan el podio. Detrás de ellos probablemente
encuentre su lugar Mamá para comer de Shalom Auslander. Lamentaciones de
un prepucio, pese a contar con el irreverente humor de Ausalander no ha
generado en mí idéntico número de carcajadas.
El humor de Mamá para comer roza lo absurdo. Lamentaciones de un
prepucio está cargado de humor negro. Más sonrisas interiores pero quizá
pueda ser tenido más en cuenta como un arma contra el fanatismo.
El argumento es simple. El propio Auslander cuenta a
través de sus páginas su experiencia personal con un dios familiar,
tribal, plenipotenciario y duro que es el dios de los hebreos. Su
desarraigo, su desapego a lo largo de los años, hasta
que consigue escapar del círculo invisible de observación de las normas
hebraicas. La huida de la cultura que nos ha sido impuesta, el
desarraigo de las tradiciones que nuestros ancestros han fijado para
nosotros tiene un lugar destacado en la literatura.
Con un tono muy diferente al empleado por Auslander pienso en Eduardo
Halfon. El autor guatemalteco en sus extraordinarios El boxeador polaco y
Monasterio a través de un estilo único y autoficcional pone de relieve
las contradicciones entre la cultura tribal
que nos es fijada por un mero accidente de nacimiento o de elección de
nuestros antepasados.
La literatura debe ser descreída o no será. La
religión no es patrimonio exclusivo de la narrativa. En ensayo podemos
encontrar obras de interesante disquisición del sufrimiento que genera
en vida religiones —no solo la judía— que prometen
la salvación eterna en el Más Allá. En este sentido me gustaría citar
el Tratado de Ateología de Michel Onfray.
La situación que detalla Auslander en Lamentaciones
de un prepucio trasciende la religión. Se trata de una sátira
religiosa, pero que en mayor medida ahonda en una forma de vida lejos
del libre albedrío, donde la culpa domina cada uno de
nuestros actos. A lo largo de mi experiencia vital me he topado con
ejemplos de esta forma de vida en sujetos que poca relación tienen con
la tradición religiosa hebraica. A todos los que hemos sufrido esta
concepción de la vida Lamentaciones de un prepucio
les va a regalar más de una sonrisa.
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