Ayer, Agota Kristof



Todos hemos leído Claus y Lucas. Todos debemos hacerlo. Hace unos años fue reeditado por Libros del Asteroide y no fuimos pocos los lectores que descubrimos a una autora excepcional. Agota Kristof nació en Hungría. Tras el fracaso de la revolución húngara de 1956 huyó de su país. Tenía 21 años. Se exilió en Suiza. Trabajó en una fábrica de relojes. Estudió francés. Comenzó a escribir en su lengua de adopción. No solo escribió una obra de la categoría de Claus y Lucas. La narrativa de Kristof es reconocible. Tiene una voz y un estilo propios. Reconozco que me llevé cierta decepción con su libro de relatos Da Igual. Ayer, pese a su brevedad, resulta una obra fascinante.

La obra de Kristof se alimenta de forma innegable de su experiencia vital. Sucede con Claus y Lucas, también con Ayer. Sándor Lester trabaja en una fábrica. Es un empleo insignificante y monótono. Escapó de su país. Buscaba un futuro mejor. Cada noche se reúne con otros exiliados. Un exiliado nunca dejará de ser un habitante del lugar del que partió, del mismo modo que jamás pertenecerá al lugar al que llegó. Está marcado por su propio pasado. Jamás podrá huir de él. Sándor Lester quiere ser escritor. El pasado de Sandor llega hasta el lugar donde vive en la forma de Line, a quien buscaba incesantemente.

Hay en la obra de Kristof una serie de rasgos distintivos. La brevedad de sus frases. Su estilo áspero. Pero, sobre todo, la violencia y crueldad de sus pasajes. Soy lector de libros con una marcada violencia. Pienso en Donald Ray Pollock. Pienso en Kenneth Cook. Pienso en Tom Franklin. Cada una de las historias de estos autores se sustenta sobre la violencia. En cierto modo, el lector sabe a qué atenerse. Tanto en Claus y Lucas, como en Ayer, la violencia, pero más aún su crueldad, es gratuita, es inesperada, es un poco desincronizada. Toma por sorpresa al lector. Su efecto resulta aún más contundente. Es un poco como el mejor Tarantino. Al menos es capaz de tratar a sus personajes con el mismo desapego.

Soy sincero cuando expreso que Agota Kristof debería tener un lugar más destacado en el panteón de nuestros autores.

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