Quebrada, Mariana Travacio

Quebrada es mi primera lectura de Mariana Travacio. A veces las sugerencias de otros lectores se asemejan a un momento de lluvia. Por mucho que me esfuerce me resulta inabarcable detener cada una de las gotas en que se descompone la lluvia. Tienes que leer a David Foenkinos. Tienes que leer a Amor Towles. ¿Has visto el último de Sajalin? ¡Preventa de Dirty Works con chucherías! La buena lectura entre otras muchas facultades tiende a la viralización. Un buen libro nos lleva a otros. Éstos a otros más. Y querer leer es un ejercicio mucho más intenso y agotador que el propio de la lectura. Mariana Travacio era uno de mis pendientes. Tendría que haberme iniciado, como manda el canon, por Como si Existiese el Perdón. Sucede que soy especialista en ir contra corriente. En leer las sagas de forma desordenada. En tener que esforzarme tiempo después, como cuando me afanaba de pequeño con esos puzles de fichas desordenadas, que se movían en horizontal y vertical gracias a un hueco, para conseguir algo de la coherencia que el autor pretendió. Nadie dijo que leer fuera un proceso fácil.

Apenas llevaba un puñado de páginas y tenía dos ideas muy claras. Quebrada es una obra rotunda, potente. Uno de esos libros de los que es difícil no escribirle cartas de amor. Un libro de los que los letraheridos nos volvemos insoportables. Lo citamos, lo mencionamos. Queremos que todos los lectores caigan en sus páginas de la misma manera que nosotros hemos sucumbido.

La otra idea que me rondaba es su semejanza con una obra breve y personalísima. Encontré recursos, temas, atajos, guiños y mucho respeto y reverencia por la obra de Juan Rulfo, por su afectación por la magia, los pueblos en descomposición, la muerte y los muertos. Quede claro que no pretendo establecer una comparativa entre ambos autores. Juan Rulfo —adelanto— es inigualable. Mariana Travacio es ella misma, no una usurpadora de personalidades literarias, una phisiner de la escritura. Entre Quebrada y Pedro Páramo o El Llano en Llamas hay una distancia de años, de perspectivas. La Literatura, como el mundo, ha cambiado desde que Juan Rulfo nos maravillara, hasta que Mariana Travacio dio por concluida la escritura de Quebrada. No es una continuación, no es un fan art. Quebrada es una obra del siglo XXI con una profunda inspiración en otra del siglo pasado. Por eso nos maravilla y no consideramos que sea necesario establecer una distancia con ella.

Quebrada está construida a través de dos partes fácilmente diferenciables. El estilo es uniforme, pero cambian los personajes, el medio. La primera es más rulfiana, si cabe. Más maravillosa. La segunda es necesaria, brinda coherencia narrativa. Quizá sea más influida por Faulkner. Un oxímoron, cuando el propio Rulfo era un adorador del norteamericano. La historia irrumpe con la huida de Lina del páramo en el que vive, de su viaje un tanto quijotesco a través de los caminos y la gente con la que se encuentra en su destino hacia el mar en una historia tan adusta como cargada de poética. Tras ella saldrá su marido, Relicario en una historia más sanchopancesca, más plateresca, pero que se convirtió en mi preferida. Las voces de ambos personajes se combinan para aportar una bidimensionalidad excepcional a una historia que es una road movie de los que no poseen nada. En cambio, la segunda parte cuenta con una multiplicación de personajes, resulta más caótica por el número de voces, por su manifiesta velocidad en relación a los pasos lentos de los personajes que cruzan las montañas de la primera parte. Hay un lugar donde se produce la sucesión de hechos. Una tierra prometida que es tan maldita como los caminos que conducen hasta allí y los lugares de mala muerte de donde parten los que creen que en aquel lugar encontrarán la solución a su miseria.

Por todo esto y por mucho más, por mi condición de lector enamorado de ella no puedo más que recomendaros que leáis Quebrada. Espero que mi sugerencia no se pierda como aquel poeta sin alma dijo, como lágrimas en lluvia.


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