In memoriam Philip Roth


 
Conocí a Philip Roth a través de El Pecho. Un amigo librero con el que compartía autores (Houellebecq, Faulkner, Fernández Mallo…) no podía entender que en aquel momento aún no hubiese leído nada de Roth. La obra era tan vasta que no sabía por dónde empezar. Mi amigo librero deshizo el nudo gordiano. Me regaló El Pecho. No es que no me gustara. La sensación se aproximó a la gelidez. Me pareció en exceso kafkiano. El problema era yo. No me encontraba preparado para una dosis de universo rothiano tan contundente. 
 
Entonces no era consciente de esto. Simplemente había leído un libro que no me había entusiasmado. Pese a ello, insistí. El Mal de Portnoy fue el siguiente. No recuerdo si lo tomé al azar o si fue consecuencia de una recomendación previa. El caso es que fue la experiencia más divertida que nunca he tenido. Era como una de las mejores películas de Woody Allen, solo que en hoja escrita. Mejor aún que la propia obra literaria de Woody Allen. Cuando terminé el Mal de Portnoy ya me contaba entre la hueste de seguidores de Roth. Por aquel entonces el autor ya había anunciado su muerte literaria. No volvería a escribir. 
 
A diferencia de mi amigo librero, que devora la obra de un autor, como si de capítulos de una serie se tratase, yo prefiero ir racionando libros. Desde entonces voy leyendo un libro de Philip Roth cada año, del mismo que reservo mi prenda favorita para que el uso no la desgaste. Pastoral americana, Goodbye Columbus. Las siguientes lecturas me han mostrado a un Roth más maduro, un autor inteligente, transformista y con la capacidad de profundizar en la historia. Con Roth cada libro parece aportar algo nuevo. Y con cada libro voy comprendiendo cada vez mejor El Pecho.
 
Este año aún no he elegido qué libro de Roth leer. ¿Se os ocurre alguno?

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