FABIÁN Y EL CAOS, PEDRO JUAN GUTIÉRREZ
—¿Son los maricones que cogieron en la playa? Si yo fuera el juez les meto 20 años por los menos. Uhh, como no. 20 años. En Agüica, trabajando al sol, pa que se hagan hombres. O se hacen hombres o se mueren.
La literatura de Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) destaca por dos aspectos: la confrontación de la realidad social cubana y un estilo próximo al realismo sucio, repleto de perdedores, de hombres rudos, dejados llevar por los impulsos más básicos: pinga, ron y miseria. La trilogía sucia de la Habana da constancia de esta deriva temática. Ha propiciado que a lo largo de sus títulos Pedro Juan estableciera una figura masculina dominante, buscavidas, ruda, sucia. La mujer también es hedonista, pero un mero instrumento de desahogo.
Hay por lo tanto una visión hoy en día muy superada.
Fabián y el Caos es una obra dicotómica desde su propio título. El Caos es Pedro Juan, el habitual alter ego del autor: un nihilista como un lobo estepario, un hedonista. El personaje prototípico que sus lectores habituales venimos a buscar. Fabián resulta una sorpresa. Un sujeto abiertamente homosexual, tierno, sensible y por lo tanto maltratado y aplastado por la masculinidad imperante en la Cuba que instaura la revolución de los barbudos en los años 50. Como sucede de forma habitual en los regímenes totalitario, la homosexualidad es constitutiva de un comportamiento delictivo.
Queen, you take my breathe away
La historia de Fabián, un personaje repleto de claroscuros: víctima del régimen castrista, pero a su vez victimario respecto a sus propios padres, incapaz de empatizar más allá de su propio ombligo, tiene tintes biográficos.
En la propia obra se hace mención: el régimen cubano purgó la obra de autores cuyo comportamiento, alejando de la masculinidad que la revolución reclamaba, eran considerados un peligro en sí mismo. Uno de ellos, es José Lezama Lima. Su novela Paradiso llega a tener partes prohibidas. Otro autor que sufrió en su piel el castigo es Reinaldo Arenas. Antes que anochezca, su autobiografía, merece la pena como testimonio del castigo le produjo su condición de homosexual y opositor al régimen.
La literatura latinoamericana de activismo LGTB+ es difícil de considerar sin la presencia de Manuel Puig. Autor de obras de abierta defensa como Boquitas pintadas o Pubis angelical, entre ellas destaca la maravillosa y adelantada a su época El beso de la mujer araña.
Del mismo modo, la voz de Pedro Lemebel destaca sobre el resto. De su obra creemos necesario mencionar Tengo miedo, torero. Una historia de amor doliente y homosexual en el contexto de los últimos estertores del régimen de Pinochet. Contiene en su texto un personaje inolvidable y amado como es la “loca del frente”.
La inclinación homosexual de Fabián es parte importante de su sufrimiento. Pero estas son solo las causas. El castigo injusto y desproporcionado suponen unas consecuencias. La enfermedad también está presentes en el texto, aunque se trata de una forma más velada. A este respecto, y también por su vínculo literario con una autora del tamaño de Virginia Woolf, merece hacerse mención de Las Horas (Stephen Daldry 2002).


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