EL CIELO DE LA SELVA, ELEINE VILAR MADRUGA

Eleine Vilar Madruga construye una historia sin escrúpulos en El cielo de la selva. Lo hace a través de un lenguaje tan lírico como a veces salvaje. Una familia matriarcal vive aislada en mitad de la jungla. La selva les confiere alimentos. No solo fruta. Les permite acceder a gallinas y jabalíes salvajes. La selva alcanza a su pequeño rincón en el mundo, donde viven alejados de la civilización y en paz. A veces, incluso forasteros. Pasan unos días y vuelven a desaparecer sin siquiera despedirse. Pero la selva también sufre apetito. Un apetito voraz. La única manera de saciarlo es con el sacrificio de los niños. La selva se alimenta de ellos. Las moradoras de la hacienda son felices como animales de granja. Solo tienen que entregar su descendencia para que la selva se sacie. Es el único precio.

El cielo de la selva guarda ecos de Federico García Lorca. El circuito cerrado en el que los personajes limitan su espacio físico, de dominio matriarcal, de imposición por parte de la gerontocracia de las normas de obligado cumplimento a la juventud, aun cuando sean a su pesar. Hay mucho de lo que el de Fuentevaqueros supo identificar como el régimen opresivo de unas mujeres hacia otras. Tiene por lo tanto genes que engarzan con la misma tragedia griega de Sófocles, Esquilo o Eurípides.

El cielo de la selva inicia su conquista muy pronto. Desde el momento en que deja al lector enfrentarse a una situación nueva desde el desconocimiento. Es su labor colocar hilos de cara  a la comprensión de la obra. Si bien, más adelante tiene su explicación.

La jungla se comporta como un dios veleidoso, pero también es justo. Como Yahvé a Abraham, reclama el sacrificio de su descendencia. El pago es proporcionado. Les permite mantenerse con vida en la cruda dureza de la selva. En contra de lo que podríamos pensar de manera superficial, la jungla no es el caos. Muy al contrario. Es el cosmos más absoluto. Es el orden natural. Unos por otros. Son los personajes reales los que no saben apreciar lo que la selva les permite. Ellos son el caos y se comportan como los verdaderos enemigos de sus iguales. 

La selva como un ente con identidad propia. Es un reflejo de lo que inicia Horacio Quiroga en sus cuentos y que no es más que es más que su propia experiencia vital. Como un personaje de El cielo de la selva, el retiro de Quiroga es voluntario. La selva en sus textos se presenta como un ente de una violencia natural e incontenible. El hombre puede ejercer de su destructor. Sin embargo, frente a ella el hombre es disminuido y vencido.

No son pocas las obras en las que el contexto espacial deja de ser atrezo para convertirse en parte imprescindible del texto, en la llave que permite comprender su deriva a la barbarie. Hay algo de Juan Rulfo en Eleine Vilar. El uso de frases breves. La presión del desierto. En el destino trágico de sus personajes.

 Si bien su última temporada consiguió causar una unanimidad extraña en su aversión, la serie Lost llegó a convertirse en un fenómeno televisivo al alcance de muy pocos productos. Supo enamorar desde el misterio. Un romance que parecía abocado a la aniquilación. En el momento en que fue necesario explicar lo inexplicable el agujero negro inició su expansión. En todo caso, sus amantes guardamos recuerdos.

 

Uno de los grandes méritos de Eleine Vilar es construir un relato místico y salvaje en torno a un dios justo y hambriento como se representa a la selva. En el señor de las moscas de William Golding una treintena de muchachos son los únicos supervivientes de un naufragio. En una isla desierta deben cooperar para sobrevivir. Sin embargo, no tardan en crearse dos grupos, como también sucede en La última joda de Rinaldi, uno de los relatos del extraordinario La trilogía de los milagros de Santiago Ambao.

El feminismo está presente en casi todas las páginas de la obra. La masturbación femenina, el empoderamiento, la maternidad. Como en una galería de los horrores cada uno de estos temas aparece deformado en una expresión desvirtuada de sí misma.

La consideración de la mujer a su mínima expresión, apenas como un animal que pare. En El cuento de la criada, la distopía feminista firmada por Margaret Atwood, un futuro en el que, debido al descenso abrupto de la natalidad, la religiosidad toma las riendas de la sociedad a fin de revertir la situación. Las mujeres pierden toda condición más allá de su papel elemento imprescindible para la concepción de los hijos.

 

El canibalismo y la consideración del ser humano entronca con otro relato de terror como es Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica. Nos encontramos en una sociedad en la que una clase dominante, tras la extinción de animales de granja, deben recurrir a las más clases más bajas como un medio necesario para la obtención de la carne. Cadáver exquisito no es solo un relato sobre la barbarie de las granjas de animales. Es, sobre todo, una alerta de la lucha de clases.

 

Nunca me abandones es también considerada una obra distópica. Su autor es el premio Nobel Kazuo Ishiguro. El ser humano y la clonación: los conflictos morales por el uso de clones a fin de obtener órganos con los que salvar vidas en un historia de ecos victorianos, como suele suceder de forma habitual en la obra de Ishiguro.

Comentarios

Entradas populares