El fin de la eternidad, Isaac Asimov
La obra de Isaac Asimov es tan vasta que contiene sagas tan legendarias
como Fundación o la de los robots, además de ensayos científicos e
históricos. Por si fuera poco, alumbró obras autoconclusivas como El fin
de la eternidad, con entidad suficiente para dotar de prestigio a su
autor.
El fin de la eternidad parte de una premisa. Adelantos científicos del futuro han permitido la existencia de una
entidad atemporal llamada la Eternidad, que vela por que la evolución de la humanidad se ciña en base a una serie de principios morales, como por ejemplo, la no perpetuación de un modelo esclavista. Esta entidad guarda similitudes a la AVT (Agencia de Variación Temporal) de los cómics de Marvel y que recientemente ha sido desarrollada en el MCU (Universo cinematográfico de Marvel) en la serie de TV Loki.
Como cabe imaginar, El fin de la eternidad es una delicia para los amantes de los viajes espacio temporales, en los que, por supuesto, me incluyo.
A este respecto creo que corresponde hacer mención a algunas obras de la temática. Hablar de viajes en el tiempo en la literatura tiene como parada obligatoria El Anacrónopete, firmada por el autor español Enrique Gaspar y Rimbau, anterior a la de H.G. Wells.
Quizá mi favorita sea Matadero 5 de Kurt Vonnegut. Hija lisérgica de su época, se trata de una de las mejores obras no solo de la ciencia ficción, sino también de las de corte antibelicista.
Y cómo dejar de mencionar ¡Universo!, el extraordinario e iconaclasta cómic de Albert Monteys.
El cine también ha hecho hueco a esta posibilidad en cintas como Terminator, Regreso al futuro, Lost, El efecto mariposa, Interestellar, Midnight in Paris, Atrapado en el tiempo o The man from Earth.
Como es habitual en un autor tan prolífico como Asimov, la obra combina con maestría dos elementos que la hacen terriblemente estimulante. Por un lado, la divulgación para el gran público de teorías científicas. En este caso, respecto a los viajes espaciotemporales, en donde se profundiza en una serie de paradojas de los viajes en el tiempo —las que interesan al autor, obviando las que desmoronarían su desarrollo—. Y por otro lado, una trama detectivesca, que empuja al lector a leer de forma ávida a fin de desvelar los misterios que el autor esconde.
Harlan es un empleado de la Eternidad. Su labor es la de un ejecutor: realizar cambios en la realidad temporal a fin de que la humanidad no se desvíe de su camino más adecuado. Harlan vive por y para su trabajo. Sin embargo, todo cambia en el momento en que se enamora de una mujer y por la que está dispuesto a destruir la Eternidad.
Invito al potencial lector de esta obra que se despoje de elementos anacrónicos. Se trata de un texto de mitad del siglo XX. Algunos de los principios científicos en que se basa hoy han sido superados, como la explosión de una estrella como el Sol. Pero, sobre todo, el machismo y la homofobia estructurales que destila. La Eternidad es una organización que en cierto modo se construye basándose en los principios de una congregación religiosa. Solo está compuesta por hombres a fin de que las mujeres no representen una distracción en las obligaciones profesionales. Aun cuando en momentos los cimientos de estos principios sufran tímidas convulsiones, el papel de la mujer en la organización queda relegado al de un hogar de aquella época o al del cine de género. Las obras culturales son expresiones de su tiempo y como tal deben ser entendidas. Creo que estar en desacuerdo con estas valoraciones no debería afectar al disfrute de un texto interesante en muchos otros aspectos.
El fin de la eternidad parte de una premisa. Adelantos científicos del futuro han permitido la existencia de una
entidad atemporal llamada la Eternidad, que vela por que la evolución de la humanidad se ciña en base a una serie de principios morales, como por ejemplo, la no perpetuación de un modelo esclavista. Esta entidad guarda similitudes a la AVT (Agencia de Variación Temporal) de los cómics de Marvel y que recientemente ha sido desarrollada en el MCU (Universo cinematográfico de Marvel) en la serie de TV Loki.
Como cabe imaginar, El fin de la eternidad es una delicia para los amantes de los viajes espacio temporales, en los que, por supuesto, me incluyo.
A este respecto creo que corresponde hacer mención a algunas obras de la temática. Hablar de viajes en el tiempo en la literatura tiene como parada obligatoria El Anacrónopete, firmada por el autor español Enrique Gaspar y Rimbau, anterior a la de H.G. Wells.
Quizá mi favorita sea Matadero 5 de Kurt Vonnegut. Hija lisérgica de su época, se trata de una de las mejores obras no solo de la ciencia ficción, sino también de las de corte antibelicista.
Y cómo dejar de mencionar ¡Universo!, el extraordinario e iconaclasta cómic de Albert Monteys.
El cine también ha hecho hueco a esta posibilidad en cintas como Terminator, Regreso al futuro, Lost, El efecto mariposa, Interestellar, Midnight in Paris, Atrapado en el tiempo o The man from Earth.
Como es habitual en un autor tan prolífico como Asimov, la obra combina con maestría dos elementos que la hacen terriblemente estimulante. Por un lado, la divulgación para el gran público de teorías científicas. En este caso, respecto a los viajes espaciotemporales, en donde se profundiza en una serie de paradojas de los viajes en el tiempo —las que interesan al autor, obviando las que desmoronarían su desarrollo—. Y por otro lado, una trama detectivesca, que empuja al lector a leer de forma ávida a fin de desvelar los misterios que el autor esconde.
Harlan es un empleado de la Eternidad. Su labor es la de un ejecutor: realizar cambios en la realidad temporal a fin de que la humanidad no se desvíe de su camino más adecuado. Harlan vive por y para su trabajo. Sin embargo, todo cambia en el momento en que se enamora de una mujer y por la que está dispuesto a destruir la Eternidad.
Invito al potencial lector de esta obra que se despoje de elementos anacrónicos. Se trata de un texto de mitad del siglo XX. Algunos de los principios científicos en que se basa hoy han sido superados, como la explosión de una estrella como el Sol. Pero, sobre todo, el machismo y la homofobia estructurales que destila. La Eternidad es una organización que en cierto modo se construye basándose en los principios de una congregación religiosa. Solo está compuesta por hombres a fin de que las mujeres no representen una distracción en las obligaciones profesionales. Aun cuando en momentos los cimientos de estos principios sufran tímidas convulsiones, el papel de la mujer en la organización queda relegado al de un hogar de aquella época o al del cine de género. Las obras culturales son expresiones de su tiempo y como tal deben ser entendidas. Creo que estar en desacuerdo con estas valoraciones no debería afectar al disfrute de un texto interesante en muchos otros aspectos.
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