El peso de vivir en la Tierra, David Toscana
El peor enemigo de un libro es un mito. Los libros requieren que los leamos a mordiscos, a
empujones, que defequemos sobre ellos. Ningún libro da todo lo que tiene dentro sí, si los leemos
con guantes profilácticos. Es necesario mancharse las manos.
Es el primer paso que vamos a dar.
Es el primer paso que vamos a dar.
Más allá de la omnipresencia de la literatura rusa, la obra que una y otra resonaba en mi cabeza durante la lectura de El peso de vivir en la tierra era El Quijote.
No olvidemos que la génesis de El Quijote tiene como punto de partida los libros de caballería, lectura de gran popularidad en la época.
Su fino humor, su inteligencia, su capacidad de destruir mitos al mismo tiempo que los elogia. Los méritos de David Toscana son de un escritor en un estado de gracia difícil de igualar.
Nicolás es un ciudadano mejicano que vive una vida de aburrimiento, como son la mayoría de nuestras vidas. A raíz de la noticia de la muerte de 3 cosmonautas soviéticos en la estación espacial Sályut la vida de Nicolás sufre una catarsis de difícil comparación. Desea vivir otra vida, como todos nosotros lo hacemos una 100 o 200 veces al día. Nicolás pasa a llamarse Nikolavich y desea convertirse en cosmonauta. El proceso de rusificación supone una suerte de paso de estaciones establecidos por los hechos más relevantes de la literatura rusa en la que arrastrará a su esposa y una serie de personajes cada vez más distanciados de la realidad.
Más allá del humor, de la inteligencia y del asombroso trabajo de documentación de Toscana, El peso de vivir en la tierra es de una profundidad insondable. Un libro que solo tiene un defecto: conforme se pasan las páginas, se acaba.
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