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La configuración de la distopía que hoy impera en
nuestro acervo cultural tiene una importante deuda con Nosotros de
Yevgeni Zamyatin. Esta historia distópica de principios del siglo XX
plantea un futuro descorazonador en el que la posibilidad
de libertad se le ha prescindido al individuo en pos de una pretendida
felicidad. La bandera de la libertad como cárcel para sí misma. Sin
lugar a dudas, la perversa asociación de libertad como elemento
contraproducente para obtener la felicidad alcanza en
su influencia a Aldous Houxley y su Un mundo feliz. Sin embargo, las
mayores similitudes en cuanto a su estructura y desarrollo de Nosotros,
se pueden encontrar en 1984 de George Orwell. Ambas son obras que se
decantan por exponerse en la vis política del
ser humano, más allá de su yo emocional, que sería el objetivo de Un
mundo feliz. Nosotros y 1984 son fruto de las transformaciones sociales
que se derivan de la revolución rusa, aunque la obra de Zamyatin es
anterior a las purgas stalinistas que tanto marcarían
a Orwell. Nosotros y 1984 comparten además la profundización en un mito
que hunde sus raíces en la cultura judeocristiana. Nosotros y 1984 se
articulan a través de una derivación del mito de Adán y Eva. El hombre,
en el caso de Nosotros, D-503, es feliz en
su vida plagada de ignorancia. Una vida regulada en todos sus ámbitos.
Situación que se quiebra con la aparición de un personaje femenino. El
amor que siente hacia ella producirá una quiebra en los valores en los
que vivía y por lo tanto le pondrá en peligro
ante el Estado Único controlador.
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La historia de la literatura no es más que dar
vueltas una y otra vez a una serie de roles y enfocarlas desde el punto
de vista de la concepción sociocultural del autor. Las derivaciones del
mito de Adán y Eva son infinitas.
En El mundo perdido de Magdalena Mondragón la
historia de Adán y Eva se pasa por la coctelera de la cultura
pre-hispánica en América. Repite el patrón de dotar a Eva de la ruptura
de la norma.
La mujer desnuda, Armonía Somers. En este caso la
historia tiene un profundo acento fantástico. Mucho más allá del propio
mito de la serpiente corruptora. Eva se autodecapita y de sí misma surge
una nueva mujer liberada de las cadenas del
patriarcado en lo que sin lugar a dudas es un viaje cargado de
onirismo.
Rosario Castellanos en El Eterno femenino. Quizá su
incorporación más destacable al mito sea el cambio de paradigma
respecto al rol de Eva. La culpabilidad por devorar la fruta prohibida
muta en un manifiesto orgullo.
He de reconocer que como obra literaria Nosotros me
dejó con demasiadas dudas. Su expresión narrativa me impedía avanzar en
la trama. Sin embargo, es preciso reconocerle el valor como
protodistopía para las historias que vinieron a posteriori.
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