Carpas para la Wehrmacht, Ota Pavel

En ocasiones el contexto de una obra puede ejercer el rol de sus primeras páginas. Existe un debate. Soy de la opinión que, si el contexto es necesario para la comprensión de una obra narrativa, significa que el lector adolece de toda la información necesaria. La página es la página. Los relatos de Carpas para la Wehrmacht pueden leerse y comprenderse a la perfección sin el concurso del contexto. Conocerlo solo aporta más valor y belleza.

En 1964 Ota Pavel enloquece en Innsbruck. Era cronista deportivo. Un reconocido cronista que cubría las Olimpiadas de invierno. A pesar de su ingreso en un psiquiátrico, sus lectores hacían cola en la calle para adquirir su primer libro, una selección sobre deportistas checos. Parte de la terapia de Ota Pavel consistía en escribir. Las historias que escribió en el centro psiquiátrico sobre su infancia y la figura de su padre forman parte de la génesis de su obra más conocida, Carpas para Wehrmacht.

Leo Popper, el padre de Pavel, aparece en sus historias como un personaje que parece extraído de un relato de realismo mágico. El gran campeón de la venta de aspiradoras para Electrolux, el amante de la belleza femenina y la pesca. Historias plagadas de una nostalgia de nubes de algodón que se suceden en un pasado mítico, el de los años 30, anterior a la invasión nazi de Checoslavaquia. Pese a la oscuridad que impregna los textos una vez se alcanza la llegada de los nazis, el tono de realismo mágico sigue apareciendo. En algunos momentos las similitudes con La vida es bella, de Roberto Benigni, son manifiestas. La realidad de la invasión nazi, el hambre, los campos de concentración y los asesinatos pierden aristas a través del relato de Ota Pavel.

Leo Popper, como tantos judíos de Centroeuropa, fue llevado a un campo de concentración. También, sus hijos. Solo se salvó Ota Pavel, por su pequeña edad y por no haber sido circuncidado. Su madre era cristiana. Los Popper pudieron reunificar su familia una vez concluye la guerra. Sin embargo, el miedo y el dolor se convirtió en una enfermedad que acabó por envenenar la mente de Ota Pavel. En 1964 pierde la noción de la realidad. Cree haberse encontrado en Innsubruck con Martin Borman, jefe de la cancillería alemana del partido nazi. En aquel momento se especulaba que había escapado de Alemania. Oficialmente se le considera fallecido en 1945. El paradero de Ota Pavel se pierde. No se sube al autocar que lo esperaba. Prende fuego a un henil para alertar del peligro de los nazis.

Ota Pavel afectado por la depresión firma una obra de las obras más antidepresivas que cabe imaginar. Un libro de relatos que es casi como un abrazo a sus lectores.

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